Los criadores y otros entendidos del mundo plumífero empelan a menudo el término "mutación". En humanos un poco alejados de este mundo les suena terrible y se imaginan varias deformaciones o cosas de este estilo. Pero en realidad no es así.
Veamos. Los pájaros en la naturaleza tienen que adaptarse a su medio. Esto se ve en su comportamiento, su dieta, su anatomía y, por supuesto, también en su plumaje. Un agapornis como yo, azul, no podría nunca sobrevivir en libertad en las tierras de nuestro continente África. Y una ninfa blanca, como Pinki, también se enfrentaría a mucho más peligros en Australia.


Las ninfas tienen menor predisposición genética a lucir muchos colores lo que probablemente tiene que ver con su hábitat. Por eso las vemos más en los tonos gris, blanco y amarillo, lo que no las hace menos atractivas. Lo más colorido siempre será su mejilla simpática de payasito. A pesar de esto son auténticas bellezas, ¿a qué sí?
En las ninfas sí se puede distinguir el sexo en el plumaje de la mayoría de las mutaciones, pero en los agapornis esto es practicamente imposible (en contadas ocasiones aplicando leyes de la genética, sí se puede).
Sin embargo, el estado de nuestras plumas revela mucho acerca de nuestra salud. Si son brillantes, uniformes y abundantes es muy probable que estemos muy saludables. Un aspecto distinto puede ser un indicio sobre carencia de algunos minerales o síntoma de alguna enfermedad.
Para el cuidado de nuestras plumas necesitamos una dieta equilibrada y rica en nutrientes, la posibilidad de tomar el solecito de vez en cuando y de pegarnos un chapuzón... o una ducha para los que lo prefieran.
Esto es todo de la lección sobre "pajarología" de hoy.
Os saludo con un alegre CHIIIIIIIIIIIIIIIIIIUUUUUUUU.
*En los agapornis existen varias subespecies (cadauna con sus respectivas mutaciones / colores) y las más comunes en los hogares son roseicollis, fischeri y personata.
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